sábado, 8 de agosto de 2009

Nine Inch Nails: wave goodbye

Foto publicada en http://meandmymoleskine.blogspot.com


Escribir sobre una despedida es sin duda una curiosa manera de inaugurar un blog pero para qué perder el tiempo con convencionalismos.

Hace tan solo unos meses, Trent Reznor, alma mater de Nine Inch Nails, anunció la próxima disolución del grupo tras veinte años de impecable carrera. A modo de despedida, la banda dejaba un disco reciente, The slip (2008), y una gira de alcance mundial cuyo nombre era suficientemente explícito: Wave Goodbye. En el marco de este tour histórico, NIN han recalado una vez más en España, aunque en esta ocasión han dejado a un lado la parada habitual de Barcelona para ofrecer un único concierto en la Sala La Riviera de Madrid.

Si en la época del disco Year Zero (2007), Reznor clamaba por la resistencia del arte, el estadounidense se ha revelado ahora como un artista totalmente libre, capaz de abordar sin complejos su extensa discografía, ofreciendo los setlists más dispares y explotando por igual temas casi olvidados y otros de reciente factura.

Así quedó demostrado el pasado 30 de julio en Madrid en un concierto increíblemente intenso, que reunió en La Riviera a fans de NIN venidos de todos los puntos de España. La expectación por asistir a esta última gira del grupo se palpó desde un principio, con centenares de seguidores haciendo cola en los alrededores de la sala, una práctica de alto riesgo si tenemos en cuenta el rigor de las temperaturas y la escasez de sombras.

Alec Empire: la furia alemana

Para la ocasión, NIN acudieron acompañados del alemán Alec Empire, un enfant terrible de la música que alcanzó su mayor popularidad en los años 90 con la banda Atari Teenage Riot. El hecho de que Alec Empire haya teloneado a Nine Inch Nails en algunos de los conciertos del leg europeo no está exento de romanticismo (aunque su música no inspire precisamente sentimientos entrañables). El germano ya había girado con NIN cuando aún formaba parte de ATR y, de hecho, su grupo ejerció de telonero en el 99 en Barcelona, durante la mítica presentación del disco The Fragile.

En el reciente concierto de Madrid, Alec Empire cumplió con creces su papel. Es cierto que el cantante y productor se encontró con un público muy predispuesto que, cargado de ansiedad por la próxima actuación de NIN, encajó muy bien la descarga de adrenalina del alemán.

En el escenario, Alec Empire se acompañó de la enigmática Nic Endo, a quien dejó al mando de los sintetizadores y toda la parte electrónica, mientras él sujetaba con rabia el micrófono y una eventual guitarra. En su repertorio, ninguna concesión. El cantante exprimió hasta la última gota de oxígeno de la sala y demostró que lo que algunos han bautizado como digital hardcore no es un juego de niños. Sus bases rítmicas sacudieron los cuerpos de los allí presentes y las letras de sus canciones volvieron a llamar a la lucha. Desde un altar improvisado, subido a las vallas que separaban al público del escenario y arropado por decenas de manos en alto, Alec Empire pidió a los jóvenes allí reunidos que no se dejaran pisotear por bancos y policía, y completó su arenga anarquista con temas como No remorse, perteneciente a su etapa con ATR, The Ride, Addicted to you, Control drug o Revolution action, otro clásico de los Atari.

"Wow, thank you"

Como es habitual, la espera entre el telonero y el cabeza de cartel fue desquiciante. Como si Reznor lo supiera, la aparición de NIN se adelantó unos minutos sobre la hora prevista y, tras una nube de humo que hacía invisible el escenario, el grupo se posicionó dispuesto a amplificar la euforia del público. Y lo consiguió con The beginning of the end, tema de Year Zero (2007) de título muy apropiado para la ocasión. La canción despegó del suelo los pies de toda la audiencia, que coreó con ganas los "hey!" que preceden a cada estrofa.

Tras este inicio, el grupo enlazó rápidamente con Last, un tema del EP Broken que han recuperado en las últimas giras y que se ha destapado como uno de los preferidos del público. Quizá por eso la gente desató en ese momento una marea humana que ya no paró hasta bien entrado el set. La guitarra juguetona de Last, que despertó la nostalgia por la música de principios de los 90, nos llevó a un tema de la etapa más reciente de NIN, The Collector. Sin ser la canción más celebrada de With Teeth (2005), se empeña en reaparecer en los repertorios del grupo y, en noches como la de Madrid, adquiere el beneplácito del público, como si se tratara de un clásico más.

A continuación Discipline, la única aportación del último disco, mantuvo como pudo el nivel de intensidad, aunque se quedó corta ante lo que estaba por llegar. Era el momento que todos "temíamos", el colofón para un primer tramo de concierto que se antojaba como una apisonadora, la canción que casi nunca falta y que marca el delirio colectivo: March of the pigs (The Downward Spiral, 1994). Durante este tema, muchos perdimos de vista el escenario de manera definitiva, envueltos por un movimiento incesante que apenas tuvo descanso en los compases más lentos de la canción ("now they can all sleep soundly, and everything is all right), aquellos que parecen escritos para atemperar los ánimos pero que en esta ocasión se revelaron insuficientes.

Es por todo esto que la llegada de la increíble Something I can never have supuso una bomba de oxígeno para la mayoría. El tema, recogido en el primer disco de la banda, Pretty Hate Machine (1989), fue coreado de principio a fin. Se presentó en una versión renovada respecto a giras anteriores y constituyó una vez más uno de los momentos mágicos del set. Como siempre, Reznor demostró ser un vocalista enormemente expresivo, capaz de llevar a su audiencia al borde de las lágrimas.

Y así comenzó uno de los bloques más interesantes del concierto. Reptile (The Downward Spiral, 1994), uno de los máximos exponentes del sonido industrial de NIN, irrumpió en escena con sus guitarras pesadas, desgarradora, envuelta en luces verdes como tantas otras veces. Su letra nos volvió a emocionar, con pasajes ("need to contaminate to alleviate this loneliness") que Reznor sabe subrayar como nadie. Y fue entonces cuando me di cuenta, de manera concluyente, que algo había cambiado en NIN. El grupo llegaba a la presente gira con un nuevo cambio de formación, un hecho nada sorprendente teniendo en cuenta que el único componente "oficial" de Nine Inch Nails es Trent Reznor. Para este tour de despedida, el norteamericano ha contratado los servicios de dos caras poco conocidas, el bajista Justin Meldal-Johnsen y el jovencísimo batería Ilan Rubin (21 años), pero también se ha reencontrado con uno de los componentes míticos de NIN, el guitarrista Robin Finck. Después de pasar por el Cirque du Soleil y por esa suerte de experimento que supuso el retorno de Guns'n'Roses, el carismático Finck ha vuelto a la banda con la que alcanzó mayores éxitos (tocó con NIN en las presentaciones en directo de The Downward Spiral y The Fragile) y su retorno no ha sido para nada decepcionante. Diez años después, parece como si no hubiera pasado el tiempo para el guitarrista, que sigue luciendo su imagen excéntrica y a la vez amable. Finck forma un tandem perfecto con Reznor (incluso goza de ciertas concesiones de protagonismo por parte del cantante), y eso ha permitido que canciones como Reptile suenen como recién estrenadas aún habiéndolas escuchado hasta la saciedad.

La nueva formación, reducida de cinco a cuatro músicos, tampoco ha tenido problemas para abordar el repertorio más nuevo. En Madrid sonó uno de los temas más redondos de Year Zero, Meet your master, y también se coló Banged and blown through, una canción que Reznor produjo para el hip-hopero alternativo Saul Williams, uno de sus últimos "protegidos". El desconocimiento general de este tema no impidió que se mantuviera el buen ambiente, que explotó de nuevo con dos de las piezas más contundentes del repertorio de NIN. En primer lugar Burn, incluida en la BSO de Natural Born Killers (1994), un tema que Reznor ha vuelto a arreglar para esta gira y que ahora se sirve de los coros de Robin Finck. A continuación, y sin sorpresas, llegó Gave up (Broken, 1992), otra canción desenfrenada que revolucionó a los presentes.

Y entonces, nuevamente, la calma. Reznor se dirigió a los teclados, Finck al E-bow y La Mer (The Fragile, 1999) comenzó a inundar La Riviera. El tema, instrumental, intenso, ejerció de preludio para Non-Entity, un corte de ritmo pesado que, a pesar de ser un descarte de With Teeth, se ha hecho un hueco en los sets de NIN. Con otra instrumental, Gone, still, y la oscura y al fin explosiva The Downward Spiral, el grupo cerró la parte más ambiental del concierto y se preparó para volver a abrir la caja de Pandora. En ese punto es donde brilló una vez más Wish, tema indispensable del disco Broken (1992) que arranca con toda una declaración de intenciones, "this is the first day of my last days", y que sigue con algunas de las líneas más coreadas de NIN, como el famoso "fist fuck".

Para acercarse al final del concierto, Reznor escogió otras dos explosiones de rabia. Heresy (The Downward Spiral, 1994) consiguió que toda la Riviera gritara un provocador "God is dead and no one cares", mientras que Survivalism (Year Zero, 2007), un llamamiento a la lucha en un mundo gobernado por el miedo, se confirmó como un single de largo recorrido.

Cerca ya de la hora y media de concierto, llegó esa parte del repertorio que anuncia sin equívocos el final de cualquier actuación de Nine Inch Nails. Reznor y Finck se posicionaron al frente del escenario para interpretar por última vez en España la emotiva Hurt (The Downward Spiral, 1994). El tema se ha convertido en todo un himno y ha trascendido cualquier intención que pudiera tener el cantante de NIN en el momento de componerla. A pesar de que las circunstancias que la inspiraron ya no son vigentes (Reznor se recuperó con éxito de sus adicciones), la canción sigue conmoviendo a propios y extraños. Tras haberla escuchado en repetidas ocasiones, en Madrid me sonó más cristalina que nunca. Como siempre, el público la cantó desde la primera nota y hasta el último suspiro, con tal intensidad que Reznor, más hablador que en otras visitas, sólo pudo añadir un emocionado "Wow, thank you".

Aún resonaban los aplausos cuando, rehuyendo el regusto triste de Hurt, NIN echaron mano de los sintetizadores para abordar la festiva, a la vez que reivindicativa, The hand that feeds. La que fuera single del disco With Teeth (2005) propició de nuevo los botes y los brazos en alto, que ya no pararon hasta el cierre y que acompañaron como se merece el primer clásico del grupo, Head like a hole (Pretty Hate Machine, 1989). Este tema final, con sabor a los 80, subrayó la comunión entre la banda y el público, confirmando que la de Madrid fue una despedida dulce y agradecida.

Con esa sensación salió de La Riviera una gran mayoría del público, sudando de pies a cabeza pero con la satisfacción de haber visto quizás por última vez a un grupo que forma parte de la historia del rock. Y hay que dejar escrito ese "quizás" porque, como ya mencioné, Nine Inch Nails no es nadie más que Trent Reznor y este personaje, pequeño pero cargado de genialidad, no parará de componer mientras viva. Que lo haga con uno u otro nombre ya es otra historia.

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